Hubo un  tiempo de ruido,
del imparable latigazo
de la noche,
tiempo fracasado y  huido.
Horas de ángeles dormidos
desesperándose
tras el eructo de la  mañana.
Y, tras agotarse,
hubo rocío
en el equilibrio exacto
del  metrónomo.
Ya no es tiempo
de renuncias
es hora
de  elecciones.
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